DENMARKS FLAG AGAINST A BLUE SKY WITH SOME CLOUDS

NO VAYAS A DINAMARCA; ¡SÉ FELIZ EN CUALQUIER LUGAR!

“No cambies tu comportamiento, cambia tu entorno”. – Dan Buetnner, autor de The Blue Zones of Happiness: Lessons From the World’s Happiest People.

Me quedé boquiabierto cuando escuché esas palabras de Buettner, pronunciadas con la solemnidad de un proverbio chino. “Para ser más feliz, no necesitas cambiar tu comportamiento sino tu entorno”, dijo en The Happiness Lab con la Dr. Laurie Santos (uno de mis pozos de sabiduría favoritos) y recuerdo bien que hasta le regresé para volver a escuchar con detenimiento. Pensé que quizás había escuchado mal… pero no.

Sus declaraciones me parecieron escandalosas en un principio, porque siempre había sido de la idea de que el cambio empieza por uno mismo. I’m starting with man in the mirror”, cantaba Michael Jackson, ¿no es cierto? O, “cuando no seas capaz de cambiar una situación, cambia tú”, declaraba también el magnífico Victor Frankl. Y eso es lo que yo siempre había pensado. Por lo que, “¿quieres ser más feliz? entonces no cambies tú, cambia de entorno”, me parecía un pronunciamiento un tanto radical.

Sólo ponte a pensar esto: ¿cuántas veces hemos escuchado decir que si no se está feliz en un lugar, tampoco se estará en otro, porque la felicidad es responsabilidad total de uno mismo y, por lo tanto, no depende del contexto sino de la percepción que uno tenga sobre la vida? En mi caso, siempre. Entonces, ¿de qué rayos está hablando Buetnner ?

Dan Buettner sobre la felicidad

Buetnner plantea lo siguiente: ¿qué tal si estás haciendo todo lo posible por ser feliz y aun así no lo consigues?, ¿qué tal si ya cambiaste todo lo que estaba mal y aun así no encuentras esa sensación de júbilo?, ¿te has puesto a pensar en la injerencia que tiene el lugar en el que vives, el ambiente en el que te desenvuelves, en tu grado de felicidad? Quizás sí, dice el autor, pero también quizás no, porque tienes extremadamente arraigada la idea de que la felicidad depende sólo de ti y no de algo externo como el lugar en el que vives. Pero, ¿qué tal si –continúa diciendo– mudándote a otro lugar, a otro código postal, o a otra ciudad o país, pudieras ser –casi automáticamente– más feliz?

Seguramente, tanto a ti, como a mí, esta idea te ha cruzado alguna vez por la mente, pero siempre la has descartado pensando que eso no es posible, porque si no estás contento en Timbuktú es lógico que tampoco lo estés en Kuala Lumpur, ¿correcto? (Bueno, en estos ejemplos en específico, quizás sea cierto, jaja) Pero, ¿qué tal si te dijera que hay un ranking de ciudades alrededor del mundo donde invariablemente se registran los índices más altos de felicidad?

En el podcast The Happiness Lab con la Dra. Laurie Santos, y ahora en el documental en Netflix, Dan Buettner nos explica que, contrario a lo que popularmente se creía, ahora se sabe que hay una correlación muy estrecha entre el lugar donde vives y tu grado de felicidad.

Ahora, no obstante estas Blue Zones, Dinamarca, por ejemplo, es considerado el segundo país más feliz del mundo, solo detrás de Finlandia, que por séptima vez consecutiva ha sido nombrada la nación mas feliz del mundo según el The World Happiness Report de la ONU.

Obviamente no podemos mudarnos todos a Finlandia o Dinamarca. Para empezar el frío nos jodería (siempre nos dolerían las articulaciones y se nos resecarían los codos), además de que no creo que haya vendedores de esquites o tamales en las calles (quizás sí, no sé, no he ido), por lo que lo único que nos queda es averiguar a la distancia qué es lo que hacen los Daneses para ser tan felices.

  1. Casi todo el Seguro Médico es gratuito.
  2. Los Estudiantes Universitarios no pagan colegiaturas y aparte reciben ayuda para cubrir gastos.
  3. Las Guarderías son subsidiadas.
  4. Es un país muy seguro. Los niños pueden jugar en las calles sin problemas, y se acostumbra que a edades tan tempranas como los 8 o 9 años ya utilicen el transporte público por sí solos.

Todo eso que acabo de mencionar lo tienen casi todos los países del mundo… pero a la inversa.

Vale la pena mencionar también que, los Daneses sólo trabajan un máximo de 33 horas a la semana (¡¡¡Qué!!!); pagan impuestos muy altos, pero de buena gana, porque saben con certeza que su gobierno lo pondrá a buen uso; confían el uno en el otro tanto como en sus instituciones y, por esto, la corrupción es muy rara.

Ok, pues, como diría el buen Polo Polo, no nos ganan por poquito, nos ganan por un chingadazo. Entonces, ¿qué hacemos ahora que sabemos que muchos de esos aspectos que hacen a Dinamarca la segunda nación más feliz del mundo están fuera de nuestro control? Fácil. ¡Les copiamos! Sí, claro. Les copiamos lo que se pueda. Por principio, habría que replicar uno de los puntos más cruciales en el éxito de la sociedad danesa sin tener que mudarnos hasta Dios sabe dónde. Hablo de el Hygge.

Hygge se refiere a tratar de hacerse un espacio entre todo el ajetreo que conlleva la vida diaria para disfrutar de las cosas que realmente importan, como la familia, los amigos y sobre todo uno mismo. Significa darse un tiempo para estar a solas, para reflexionar, para armar un rompecabezas o jugar a la Lotería con tu familia, para salir a ver una película con tus amigos o ir a jugar futbol, etc.

Ya sé que estás pensando. Que si no tuvieras que trabajar tanto para cubrir tus necesidades básicas, quizás te quedaría tiempo para reflexionar, para leer, para hacer un picnic en el parque o ir a tomar un café entre semana y aprovechar al 2×1 de Cinépolis. Lo sé. Entiendo. Sé lo difícil que es, créeme.

El dinero nos abarca, y no nos quiere soltar”, reza El Gran Silencio, pero, ¿qué tal si tan sólo nos dieramos un ratito cada día para disfrutarnos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos?, ¿qué tal si hiciéramos de esto un hábito como los daneses? Si así fuese, estoy seguro que no tardaríamos en darnos cuenta que, incluso con toda la ventaja que Dinamarca nos lleva como sociedad, nosotros también somos capaces de ser más felices… Sólo piénsalo.